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    jueves, 6 de agosto de 2020

    Porque solo muere aquel quien es olvidado


    Tenía otra columna preparada, que pensaba enviar hace dos noches para que estuviera en la plataforma del periódico online al día siguiente, había escrito sobre Lammas, Lugnasad, la feria de la cosecha, y una que otra celebración de temporada que nos robo la pandemia, pero recibí una noticia la noche de ayer, era mi madre diciéndome que aquella chica, que en algún tiempo fue mi mejor roomie en el extranjero, aliada, confidente, y compañera de juegos bíblicos, estaba grave, la enfermedad que por años la había acechado, anoche estaba más palpable que nunca – No pasara la noche, y ella lo sabe – dijo, y asentí, yo también lo sabía, hacía tiempo habíamos platicado y nos habíamos despedido en un abrazo, ella lo sabia y estaba en total paz, lo sé, y lo sentí. No terminaba la mañana cuando la llamada de mi madre volvió a mi teléfono, no era necesario decir nada, la pregunta fue mía. –¿Mamá, tu como estas? –  adoro a mi madre porque es una mujer que sabe sacar la fortaleza en la tormenta, tormentas como esta, pero el vacío que Carmelita dejaba, es enorme en su corazón y en el de mi padre; después de dejarla en su casa, escucharla sobre esos trámites burocráticos que hizo, la noche que paso, y sentarme a tomar un café a su lado, llegue a mi casa, tenía que adelantar trabajo, tarea, y leer, pero en esa lectura, decidí volverme al libro de Benito Taibo, una persona normal, leyendo, encontré la siguiente referencia al soneto del Poeta Cubano, Nicolas Guillén.
    Silencio. Nadie a mi dolor responde.
    Tus labios callan y tu voz se esconde.
    ¿A quién decir lo que mi pecho siente?

    Supe entonces, que en honor a la mujer que fue Carmen en vida, a mis recuerdos con ella, al lugar que dejo vacío en su hogar, en el corazón de mis padres, y otros más, esta columna seria en honor a ella, y aquellos seres amados, que hemos perdido, pero sobre todo, a aquellos que se nos han ido en esta pandemia, que nos restringe una despedida de cuerpo presente, que nos restringe de un mariachi, de ese jolgorio mexicano que hacemos cuando la muerte nos visita, porque es luto, ¡sí!, pero como mexicanos llenamos de flores, cánticos, un desayuno de agradecimiento para aquellos que hicieron vela por nuestro muerto, y sobre todo acompañar a la familia que vive el vacío de una silla en la mesa.
    La pandemia nos ha robado tanto, desde esas reuniones de fin de semana con los amigos, las fiestas soñadas de quince años, las bodas, festejos de cumpleaños, viajes, lunas de miel, trabajo, contratos de negocios, pero sobre todo, ha sido cómplice de la muerte para hacerse presente en este camino llamado vida; si, nacimos para morir, en algún momento, aunque no nos guste hablar de eso, o prepararnos para ella, la muerte toca nuestra puerta y tenemos dos opciones, recibirla como una vieja amiga, aceptar el dolor que causa su presencia, o rechazarla totalmente y no permitirle al viajante irse en paz, exactamente no me refiero a quien muere, me refiero a aquellos que nos quedamos a lidiar con la ausencia, yo quiero imaginar que hay algo después del último suspiro, pues aun nadie ha regresado de allá quejándose, y creer que, alguien que ha sufrido una enfermedad por algún tiempo, después de cerrar sus ojos por última vez, despertara en otro lugar totalmente libre de cualquier dolor.
    En una de mis redes sociales, le escribí a mi amiga Carmen una carta de despedida, y le dije que no tenia otra forma de despedirme más que siendo eso que soy, que busco y busque ser, una escritora; ella me acompaño en mis pininos adolescentes, fue ella quien leía esas poesías dedicadas y sin dedicatoria, o historias cortas que inventaba para pasar el tiempo, me motivo, eso hacia ella, ¡motivaba! amaba lo que hacía, era ingeniero de profesión, pero maestra por pasión, tenía ideas divertidísimas sobre juegos para niños, y escribía esas canciones para los veranos en la iglesia, en donde dedico su juventud.
    Puedo escribir sobre miles de recuerdos, aquel torrencial que me cayo su ultima noche en este plano terrenal, pero algunos momentos, son solo míos.
    Todos los días veo por redes sociales a quien ha perdido un ser querido, y recordamos bonito, vivimos un duelo, y muchos desgraciadamente abrazan la culpa de no estar presente en ese último tiempo, o acompañar a la familia que sufre la perdida; desgraciadamente los tiempos no lo permiten, por la salud de los vivos, por el respeto a la vida de aquellos que quedamos, y de aquellos que son población en riesgo, pero, así como yo, hay quienes viven un duelo distinto, escriben sus propios sentires, o transcriben cartas de despedida de otro autor que expresa el dolor que acarrea esa ausencia, hay quien escribe canciones y las comparte en redes.
    La mujer de la que escribo fue como una hija para mis padres, apoyo y pilar en sus vidas, y siempre, siempre estaré eternamente agradecida por estar presente cuando yo no podía, ellos hoy tienen un vacío, su madre hoy tiene un vacío; y hay vacíos que serán permanentes físicamente pero que se llenaran con recuerdos, recuerdos bonitos.
    Hoy digo ¡vuela alto hermana mía! ¡vuela, como solo tú sabes hacerlo! ¡canta, grita, baila, corre! Ve al lugar donde quieres estar, que aquí, tu espíritu quedara eternamente, hoy, tu carrera ha terminado.
    Dejar ir, también es otra forma de demostrar amor; deja volar a quien ya no está físicamente en este plano, date la libertad que nos dejan los recuerdos, pues las personas que nos dejan, esas que fallecen, no reposan en la tierra, sino en el corazón, es ahí donde pertenecen hoy, porque solo muere aquel quien es olvidado.
    Nunca busques olvidar, pero tampoco vivas en los recuerdos, camina con ellos, abrázalos y abre ese Baúl cuando necesites fuerza, razones, motivos, conciencia, a veces es bueno sentarnos a leer nuestro pasado, y cada una de las personas que han caminado a nuestro lado para seguir caminando, sin buscar querer volver; en esta noche de luto para mi familia, y sé, otras familias más, me despido, no sin antes invitarte a que cada semana, este té de mujer sea placentero para ti, para mí, para todos, sin importar género, sexo, orientación sexual, condición política o social; tu creencia, tu fe, tu realidad, y me sigas en la página de Facebook Té de Mujer  por twitter me encuentras como Genesis Amayrani, y también puedes escribirme y platicarme tus inquietudes, historia o preguntas al email tedemujer@gmail.com

    O si prefieres leer, puede hacerlo en https://tedemujer.blogspot.com/  y/o escucharme en Spotify en los podcasts de Té de Mujer. 

    un abrazo esperanzador, y que toda la energía mas bella del universo te envuelva.
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